Reflexiones sobre reflexiones de otro

En un interesante artículo del cual encontraran debajo el link, el Embajador Miguel Ángel Espeche Gil trae a colación un tema que debe ser abordado no solamente en cuando al desuso de los púlpitos en las actuales iglesias (al margen el sábado por la madrugada ambos púlpitos de la Basílica de Luján se encontraban ocupados por seminaristas uno que daba indicaciones acerca de cómo movilizarse dentro del templo y otros dos que bendecían al pueblo), sino también a la necesaria integración que debe darse en la liturgia actual postconciliar.

Ciertamente resulta necesario tener en la liturgia cotidiana con elementos que “eleven el alma” e inunden el rito de espiritualidad, ello no es un tema poco importante. Diría un profesor –cura- de la facultad que lo único que debería bastarnos es contemplar la sencillez del sacramento de la eucaristía.

Recuerdo con mucha estima la primera vez que fui a misa a la abadía de San Benito en Luján un domingo donde toda la feligresía (que involucraba desde paquetes con 4x4 a gente sencilla de Jáuregui) respondía con convicción breves pero sentidas alocuciones como el Kirie Eleison (Señor ten Piedad) y el Agnus Dei (Cordero de Dios), entre muchas otras que un niño de no más de cinco años puede entender y recitar.

En este sentido nos recuerda Benedicto XVI que “en sintonía con las normas del Concilio Vaticano II: exceptuadas las lecturas, la homilía y la oración de los fieles, sería bueno que dichas celebraciones fueran en latín; también se podrían rezar en latín las oraciones más conocidas”[1].

Yo diría que al menos se podrían rezar las oraciones más conocidas, auque más no sea para no olvidar la fe viva bimilenaria y de algún modo ser un poco co-herederos de la cultura antigua griega y romana.

Todo esto para que –en última instancia- nos veamos y seamos más concretamente uno como pide el Señor (Cfr. Juan 17, 21).

http://www.aica.org/index.php?module=displaystory&story_id=18673&format=html&fech=2009-10-05

[1] EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL SACRAMENTUM CARITATIS nº 62.