Thursday, August 18, 2011
lalalllalalalalal
Saturday, April 30, 2011
Nuevo Inicio para todos...
Aterrados por la ejecución de Jesús, los discípulos se refugian en una casa conocida. De nuevo están reunidos, pero ya no está Jesús con ellos. En la comunidad hay un vacío que nadie puede llenar. Les falta Jesús. No pueden escuchar sus palabras llenas de fuego. No pueden verlo bendiciendo con ternura a los desgraciados. ¿A quién seguirán ahora? Está anocheciendo en Jerusalén y también en su corazón. Nadie los puede consolar de su tristeza. Poco a poco, el miedo se va apoderando de todos, pero no le tienen a Jesús para que fortalezca su ánimo. Lo único que les da cierta seguridad es «cerrar las puertas». Ya nadie piensa en salir por los caminos a anunciar el reino de Dios y curar la vida. Sin Jesús, ¿cómo van a contagiar su Buena Noticia?
El evangelista Juan describe de manera insuperable la transformación que se produce en los discípulos cuando Jesús, lleno de vida, se hace presente en medio de ellos. El Resucitado está de nuevo en el centro de su comunidad de seguidores. Así ha de ser para siempre. Con él todo es posible: liberarse del miedo, abrir las puertas y poner en marcha la evangelización.
Según el relato, lo primero que infunde Jesús a su comunidad es su paz. Ningún reproche por haberlo abandonado, ninguna queja ni reprobación. Sólo paz y alegría. Los discípulos sienten su aliento creador. Todo comienza de nuevo. Impulsados por su Espíritu, seguirán colaborando a lo largo de los siglos en el mismo proyecto salvador que el Padre encomendó a Jesús.
Lo que necesita hoy la Iglesia no es sólo reformas religiosas y llamadas a la comunión. Necesitamos experimentar en nuestras comunidades un "nuevo inicio" a partir de la presencia viva de Jesús en medio de nosotros. Sólo él ha de ocupar el centro de la Iglesia. Sólo él puede impulsar la comunión. Sólo él puede renovar nuestros corazones.
No bastan nuestros esfuerzos y trabajos. Es Jesús quien puede desencadenar el cambio de horizonte, la liberación del miedo y los recelos, el clima nuevo de paz y serenidad que tanto necesitamos para abrir las puertas y ser capaces de compartir el Evangelio con los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Pero hemos de aprender a acoger con fe su presencia en medio de nosotros. Cuando Jesús vuelve a presentarse a los ocho días, el narrador nos dice que todavía las puertas siguen cerradas. No es sólo Tomás quien ha de aprender a creer con confianza en el Resucitado. También los demás discípulos han de ir superando poco a poco las dudas y miedos que todavía les hacen vivir con las puertas cerradas a la evangelización.
José Antonio Pagola
1 de mayo de 2011
2 Pascua (A)
Juan 20, 19-31
Thursday, April 21, 2011
¡Gracias, Padre Jorge!
Cada Jueves Santo, en la Misa Crismal, regresamos al eterno presente de esta escena, en la que Lucas resume simbólicamente todo el ministerio de nuestro Señor. Como en torno a una fuente nos reunimos para escuchar al Señor que nos dice: Esta escritura que acaban de oír se ha cumplido hoy.
El Señor hace suyo el texto de Isaías para iluminarnos acerca de su persona y su misión. Tiene la humildad de no utilizar palabras propias; simplemente asume lo que profetiza este hermosísimo texto que es continuación del libro de la Consolación.
Nosotros como sacerdotes participamos de la misma misión que el Padre encomendó a su Hijo y por eso, en cada misa Crismal, venimos a renovar la misión, a reavivar en nuestros corazones la gracia del Espíritu de Santidad que nuestra Madre la Iglesia nos comunicó por la imposición de las manos. Es el mismo Espíritu que se posaba sobre Jesús, el Sumo Sacerdote e Hijo amado, y que hoy se posa sobre todos los sacerdotes del mundo y nos envía y misiona en medio del pueblo fiel de Dios.
En el Nombre de Jesús somos enviados a predicar la Verdad, a hacer el Bien a todos y a alegrar la vida de nuestro pueblo. La misión se despliega simultáneamente en estos tres ámbitos. En los dos primeros es claro: todo anuncio del Evangelio se traduce siempre en algún gesto concreto de enseñanza, de misericordia y de justicia. Y esto no sólo como una acción imperativa que vendría después de la reflexión. En la matriz misma de la verdad evangélica lo que ilumina es el amor, y la verdad que brilla más en las parábolas del Señor es la verdad de la misericordia de un Padre que espera a su hijo pródigo, es la verdad que impulsa a salir de sí al corazón compasivo de un Buen Pastor, la verdad que hace el bien. El tercer ámbito, el de la alegría, el de la Gloria que es la belleza de Dios, merece que le dediquemos un momento de reflexión para “sentir y gustar” la Belleza de la misión. Lucas resume la belleza de la misión del Siervo con la imagen de poder vivir un “año de gracia”. Imaginemos un momento lo que significaría para un pueblo, conmocionado incesantemente por la violencia y la inequidad, poder vivir un año tranquilo, un año de celebración y de armonía. El profeta Isaías desarrolla la belleza de la misión con tres imágenes hermosas que giran en torno a la palabra “consolar”. Somos enviados a “consolar a los afligidos, a los afligidos de nuestro pueblo”. Y la consolación consiste en cambiar su ceniza por una corona, su ropa de luto por el óleo de la alegría, y su abatimiento por un canto de alabanza. El profeta habla de “gloria” en vez de “cenizas”, de “óleo de júbilo” y de “palio de alegría” en vez de “espíritu de acedia” o espíritu sombrío (cfr. Is. 61: 1-3).
La alegría y la consolación son el fruto (y por lo tanto el signo evangélico) de que la verdad y la caridad no son verso sino que están presentes y operativas en nuestro corazón de pastores y en el corazón del pueblo al que somos enviados. Cuando hay alegría en el corazón del Pastor es señal de que sus movimientos provienen del Espíritu. Cuando hay alegría en el pueblo es señal de que lo que le llegó –como Don y como Anuncio- fue del Espíritu. Porque el Espíritu que nos envía es Espíritu de consolación, no de acedia.
Sintamos y gustemos un instante estas imágenes de Isaías. Imaginemos a la gente como en los días de fiesta, bien vestida con su mejor ropa, con los ojos contagiados del brillo de las flores con que adorna la imagen de nuestra Señora y de los Santos, cantando y bendiciendo con unción y júbilo interior. ¡Qué bien pintan estas escenas el Espíritu con que Jesús da señales de que habita en medio de su pueblo! No son meramente decorativas. Hacen a la esencia de la misión, a la “dulce y confortadora alegría de evangelizar” que mencionaba Pablo VI, para que “el mundo actual –que busca a veces con angustia, a veces con esperanza- pueda recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos (el espíritu de la acedia), sino a través de ministros del Evangelio cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo” (Aparecida 552).
No basta con que nuestra verdad sea ortodoxa y nuestra acción pastoral eficaz. Sin la alegría de la belleza, la verdad se vuelve fría y hasta despiadada y soberbia, como vemos que sucede en el discurso de muchos fundamentalistas amargados. Pareciera que mastican cenizas en vez de saborear la dulzura gloriosa de la Verdad de Cristo, que ilumina con luz mansa toda la realidad, asumiéndola tal como es cada día.
Sin la alegría de la belleza, el trabajo por el bien se convierte en eficientismo sombrío, como vemos que sucede en la acción de muchos activistas desbordados. Pareciera que andan revistiendo de luto estadístico la realidad en vez de ungirla con el óleo interior del júbilo que transforma los corazones, uno a uno, desde adentro.
El espíritu amargado y ensombrecido por la acedia, resume la actitud opuesta al Espíritu de la consolación del Señor. El mal espíritu de la acedia avinagra con el mismo vinagre tanto a los embalsamadores del pasado como a los virtualistas del futuro. Es una y la misma acedia, y se discierne porque trata de robarnos la alegría del presente: la alegría pobre del que se deja contener por lo que el Señor le da cada día, la alegría fraterna del que goza compartiendo lo que tiene, la alegría paciente del servicio sencillo y oculto, la alegría esperanzada del que se deja conducir por el Señor en la Iglesia de hoy. Cuando Jesús afirma “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oir” está invitando a la alegría y a la consolación del hoy de Dios. Y fíjense que de hecho es lo primero que acontece como gracia en el corazón de los presentes quienes, como dice Lucas, daban testimonio y estaban admirados de las palabras de gracia que salían de su boca. Pero la consolación no es una emoción pasajera sino una opción de vida. Y los paisanos de Jesús optaron por la acedia: “Habla bien pero por qué no hace aquí entre nosotros lo que dicen que hizo en Cafarnaúm”. Y vemos la misión universal del Siervo rebajada a una interna entre Nazareth y Cafarnaúm. Las internas eclesiales son hijas de la tristeza y siempre generan tristeza.
Cuando digo que la consolación es una opción de vida hay que entender bien que es una opción de pobres y de pequeños, no de vanidosos ni de agrandados. Opción del pastor que se confía en el Señor y sale a anunciar el evangelio sin bastones ni sandalias de más y que sigue a la paz –esa forma estable y constante de la alegría- dondequiera que el Señor la haga descender.
Este Espíritu de consolación no sólo está en el “antes de salir a misionar”. También nos espera, con su alegría abundante, en medio de la misión, en el corazón del pueblo de Dios. Y si sabemos mirar bien, en el ámbito de la alegría, es más lo que tenemos para recibir que lo que tenemos para dar. Y cuánto alegra a nuestro pueblo fiel poder alegrar a sus pastores. Cómo se alegra nuestra gente cuando nos alegramos con ella, y esto simplemente porque necesita pastores consolados y que se dejan consolar para que conduzcan no en la queja ni en la ansiedad sino en la alabanza y la serenidad; no en la crispación sino en la paciencia que da la unción del Espíritu.
La Virgen, quien recibe en abundancia las consolaciones de nuestra gente –que como Isabel, constantemente le está diciendo “¡feliz de Ti que has creído”, y “bendita entre las mujeres” “bendito el fruto de tu vientre, Jesús!”- nos haga participar de este Espíritu de Consolación para que nuestro Anuncio de la Verdad sea alegre y nuestras obras de Misericordia estén ungidas con óleo de júbilo.
Card. Jorge Mario Bergoglio s.j.
Tuesday, April 19, 2011
¡Pascua Joven en Barracas!
¡Pascua Joven en Barracas!
Friday, April 15, 2011
¡Escándalo y locura!
Los primeros cristianos lo sabían. Su fe en un Dios crucificado sólo podía ser considerada como un escándalo y una locura. ¿A quién se le había ocurrido decir algo tan absurdo y horrendo de Dios? Nunca religión alguna se ha atrevido a confesar algo semejante. Ciertamente, lo primero que todos descubrimos en el crucificado del Gólgota, torturado injustamente hasta la muerte por las autoridades religiosas y el poder político, es la fuerza destructora del mal, la crueldad del odio y el fanatismo de la mentira. Pero ahí precisamente, en esa víctima inocente, los seguidores de Jesús vemos a Dios identificado con todas las víctimas de todos los tiempos.
Despojado de todo poder dominador, de toda belleza estética, de todo éxito político y toda aureola religiosa, Dios se nos revela, en lo más puro e insondable de su misterio, como amor y sólo amor. No existe ni existirá nunca un Dios frío, apático e indiferente. Sólo un Dios que padece con nosotros, sufre nuestros sufrimientos y muere nuestra muerte.
Este Dios crucificado no es un Dios poderoso y controlador, que trata de someter a sus hijos e hijas buscando siempre su gloria y honor. Es un Dios humilde y paciente, que respeta hasta el final la libertad del ser humano, aunque nosotros abusemos una y otra vez de su amor. Prefiere ser víctima de sus criaturas antes que verdugo.
Este Dios crucificado no es el Dios justiciero, resentido y vengativo que todavía sigue turbando la conciencia de no pocos creyentes. Desde la cruz, Dios no responde al mal con el mal. "En Cristo está Dios, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino reconciliando al mundo consigo" (2 Corintios 5,19). Mientras nosotros hablamos de méritos, culpas o derechos adquiridos, Dios nos está acogiendo a todos con su amor insondable y su perdón.
Este Dios crucificado se revela hoy en todas las víctimas inocentes. Está en la cruz del Calvario y está en todas las cruces donde sufren y mueren los más inocentes: los niños hambrientos y las mujeres maltratadas, los torturados por los verdugos del poder, los explotados por nuestro bienestar, los olvidados por nuestra religión.
Los cristianos seguimos celebrando al Dios crucificado, para no olvidar nunca el "amor loco" de Dios a la humanidad y para mantener vivo el recuerdo de todos los crucificados. Es un escándalo y una locura. Sin embargo, para quienes seguimos a Jesús y creemos en el misterio redentor que se encierra en su muerte, es la fuerza que sostiene nuestra esperanza y nuestra lucha por un mundo más humano.
José Antonio Pagola
17 de abril de 2011
Domingo de Ramos (A)
Mateo 26, 14-27,66
Friday, April 08, 2011
¡Queremos vida y Vida en abundancia!
El relato de la resurrección de Lázaro es sorprendente. Por una parte, nunca se nos presenta a Jesús tan humano, frágil y entrañable como en este momento en que se le muere uno de sus mejores amigos. Por otra parte, nunca se nos invita tan directamente a creer en su poder salvador: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque muera, vivirá... ¿Crees esto?». Jesús no oculta su cariño hacia estos tres hermanos de Betania que, seguramente, lo acogen en su casa siempre que viene a Jerusalén. Un día Lázaro cae enfermo y sus hermanas mandan un recado a Jesús: nuestro hermano «a quien tanto quieres» está enfermo. Cuando llega Jesús a la aldea, Lázaro lleva cuatro días enterrado. Ya nadie le podrá devolver la vida.
La familia está rota. Cuando se presenta Jesús, María rompe a llorar. Nadie la puede consolar. Al ver los sollozos de su amiga, Jesús no puede contenerse y también él se echa a llorar. Se le rompe el alma al sentir la impotencia de todos ante la muerte. ¿Quién nos podrá consolar?
Hay en nosotros un deseo insaciable de vida. Nos pasamos los días y los años luchando por vivir. Nos agarramos a la ciencia y, sobre todo, a la medicina para prolongar esta vida biológica, pero siempre llega una última enfermedad de la que nadie nos puede curar.
Tampoco nos serviría vivir esta vida para siempre. Sería horrible un mundo envejecido, lleno de viejos y viejas, cada vez con menos espacio para los jóvenes, un mundo en el que no se renovara la vida. Lo que anhelamos es una vida diferente, sin dolor ni vejez, sin hambres ni guerras, una vida plenamente dichosa para todos.
Hoy vivimos en una sociedad que ha sido descrita como "una sociedad de incertidumbre" (Z. Bauman). Nunca había tenido el ser humano tanto poder para avanzar hacia una vida más feliz. Y, sin embargo, nunca tal vez se ha sentido tan impotente ante un futuro incierto y amenazador. ¿En qué podemos esperar?
Como los humanos de todos los tiempos, también nosotros vivimos rodeados de tinieblas. ¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte? ¿Cómo hay que vivir? ¿Cómo hay que morir? Antes de resucitar a Lázaro, Jesús dice a Marta esas palabras que son para todos sus seguidores un reto decisivo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que crea en mí, aunque haya muerto vivirá... ¿Crees esto?»
A pesar de dudas y oscuridades, los cristianos creemos en Jesús, Señor de la vida y de la muerte. Sólo en él buscamos luz y fuerza para luchar por la vida y para enfrentarnos a la muerte. Sólo en él encontramos una esperanza de vida más allá de la vida.
José Antonio Pagola
10 de abril de 2011
5 Cuaresma (A)
Juan 11, 1-45
¡Misa Joven en Adrogué!
Encuentro + Misa Joven... ¡todo en Barracas!
Saturday, April 02, 2011
"Si venís a mí con tu corazón, te daré mis ojos..."
Un día Jesús pasa por su vida. El ciego está tan necesitado que deja que le trabaje sus ojos. No sabe quién es, pero confía en su fuerza curadora. Siguiendo sus indicaciones, limpia su mirada en la piscina de Siloé y, por primera vez, comienza a ver. El encuentro con Jesús va a cambiar su vida.
Los vecinos lo ven transformado. Es el mismo pero les parece otro. El hombre les explica su experiencia: «un hombre que se llama Jesús» lo ha curado. No sabe más. Ignora quién es y dónde está, pero le ha abierto los ojos. Jesús hace bien incluso a aquellos que sólo lo reconocen como hombre.
Los fariseos, entendidos en religión, le piden toda clase de explicaciones sobre Jesús. El les habla de su experiencia: «sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo». Le preguntan qué piensa de Jesús y él les dice lo que siente: «que es un profeta». Lo que ha recibido de Él es tan bueno que ese hombre tiene que venir de Dios. Así vive mucha gente sencilla su fe en Jesús. No saben teología, pero sienten que ese hombre viene de Dios.
Poco a poco, el mendigo se va quedando solo. Sus padres no lo defienden. Los dirigentes religiosos lo echan de la sinagoga. Pero Jesús no abandona a quien lo ama y lo busca. «Cuando oyó que lo habían expulsado, fue a buscarlo». Jesús tiene sus caminos para encontrarse con quienes lo buscan. Nadie se lo puede impedir.
Cuando Jesús se encuentra con aquel hombre a quien nadie parece entender, sólo le hace una pregunta: «¿Crees en el Hijo del Hombre?» ¿Crees en el Hombre Nuevo, el Hombre plenamente humano precisamente por ser expresión y encarnación del misterio insondable de Dios? El mendigo está dispuesto a creer, pero se encuentra más ciego que nunca: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dice: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es». Al ciego se le abren ahora los ojos del alma. Se postra ante Jesús y le dice: «Creo, Señor». Sólo escuchando a Jesús y dejándonos conducir interiormente por él, vamos caminando hacia una fe más plena y también más humilde.
José Antonio Pagola
3 de abril de 2011
4 Cuaresma (A)
Juan 9, 1-41
Saturday, March 26, 2011
La religión de Jesús... ¿y la nuestra?
La religión de Jesús... ¿y la nuestra?
de Betharram Joven, el Sábado, 26 de marzo de 2011 a las 10:34
Cansado del camino, Jesús se sienta junto al manantial de Jacob, en las cercanías de la aldea de Sicar. Pronto llega una mujer samaritanaa apagar su sed. Espontáneamente, Jesús comienza a hablar con ella de lo que lleva en su corazón. En un momento de la conversación, la mujer le plantea los conflictos que enfrentan a judíos y samaritanos. Los judíos peregrinan a Jerusalén para adorar a Dios. Los samaritanos suben al monte Garizim cuya cumbre se divisa desde el pozo de Jacob. ¿Dónde hay que adorar a Dios? ¿Cuál es la verdadera religión? ¿Qué piensa el profeta de Galilea?
Jesús comienza por aclarar que el verdadero culto no depende de un lugar determinado, por muy venerable que pueda ser. El Padre del cielo no está atado a ningún lugar, no es propiedad de ninguna religión. No pertenece a ningún pueblo concreto.
No lo hemos de olvidar. Para encontrarnos con Dios, no es necesario ir a Roma o peregrinar a Jerusalén. No hace falta entrar en una capilla o visitar una catedral. Desde la cárcel más secreta, desde la sala de cuidados intensivos de un hospital, desde cualquier cocina o lugar de trabajo podemos elevar nuestro corazón hacia Dios.
Jesús no habla a la samaritana de «adorar a Dios». Su lenguaje es nuevo. Hasta por tres veces le habla de «adorar al Padre». Por eso, no es necesario subir a una montaña para acercarnos un poco a un Dios lejano, desentendido de nuestros problemas, indiferente a nuestros sufrimientos. El verdadero culto empieza por reconocer a Dios como Padre querido que nos acompaña de cerca a lo largo de nuestra vida.
Jesús le dice algo más. El Padre está buscando «verdaderos adoradores». No está esperando de sus hijos grandes ceremonias, celebraciones solemnes, inciensos y procesiones. Lo que desea es corazones sencillos que le adoren «en espíritu y en verdad».
«Adorar al Padre en espíritu» es seguir los pasos de Jesús y dejarnos conducir como él por el Espíritu del Padre que lo envía siempre hacia los últimos. Aprender a ser compasivos como es el Padre. Lo dice Jesús de manera clara: «Dios es espíritu, y quienes le adoran deben hacerlo en espíritu». Dios es amor, perdón, ternura, aliento vivificador..., y quienes lo adoran deben parecerse a él.
«Adorar al Padre en verdad» es vivir en la verdad. Volver una y otra vez a la verdad del Evangelio. Ser fieles a la verdad de Jesús sin encerrarnos en nuestras propias mentiras.Después de veinte siglos de cristianismo, ¿hemos aprendido a dar culto verdadero a Dios? ¿Somos los verdaderos adoradores que busca el Padre?
José Antonio Pagola
27 de marzo de 2011
3 Cuaresma (A)
Juan 4, 5-42
Friday, March 25, 2011
San Romero de América
Treinta años se pasaron de aquella Eucaristía plena en la Capilla del Hospitalito.
Aquel día nuestro santo nos escribió: “Nosotros creemos en la victoria de la
resurrección”. Y muchas veces dijo, profetizando un tiempo nuevo, “si me matan
resucitaré en el pueblo salvadoreño”. Y, con todas las ambigüedades de la historia
en proceso, nuestro San Romero está resucitando en El Salvador, en Nuestra
América, en el Mundo.
Este Jubileo debe renovar en todos nosotros y nosotras una esperanza,
lúcida, crítica pero invencible. “Todo es gracia”, todo es Pascua, si entramos a todo
riesgo en el misterio de la cena compartida, la cruz y la resurrección.
San Romero nos enseña y nos “cobra” que vivamos una espiritualidad
integral, una santidad tan mística como política. En la vida diaria y en los procesos
mayores de la justicia y la paz, “con los pobres de la tierra”, en la familia, en la
calle, en el trabajo, en el movimiento popular y en la pastoral encarnada. Él nos
espera en la lucha diaria contra esa especie de mara monstruosa que es el
capitalismo neoliberal, contra el mercado omnímodo, contra el consumismo
desenfrenado. La Campaña de la Fraternidad de Brasil, ecuménica este año, nos
recuerda la palabra contundente de Jesús: “ustedes no pueden servir a dos señores,
a Dios y al dinero”.
Respondiendo a aquellos que, en la Sociedad y en la Iglesia intentan
desmoralizar la Teología de la Liberación, el caminar de los pobres en comunidad,
ese nuevo modo de ser Iglesia, nuestro pastor y mártir replicaba: “hay un ‘ateismo’
más cercano y más peligroso para nuestra Iglesia: el ateismo del capitalismo cuando
los bienes materiales se erigen en ídolos y sustituyen a Dios”.
Fieles a los signos de los tiempos, como Romero, actualizando los rostros de
los pobres y las urgencias sociales y pastorales, debemos subrayar en este jubileo
causas mayores, verdaderos paradigmas algunas de ellas. El ecumenismo y
macroecumenismo, en diálogo religioso y en koinonia universal. Los derechos de
los emigrantes contra las leyes de segregación. La solidaridad e intersolidaridad. La
gran causa ecológica.
La integración de Nuestra América. Las campañas por la paz efectiva,
denunciando el creciente militarismo y la proliferación de las armas. Urgiendo
siempre unas transformaciones eclesiales, con el protagonismo del laicado, que
pidió Santo Domingo, y la igualdad de la mujer en los ministerios eclesiales. El
desafío de la violencia cotidiana, sobre todo en la juventud, manipulada por los
medios de comunicación alienadores y por la epidemia mundial de las drogas.
Siempre y cada vez más, cuando mayores sean los desafíos, viviremos la
opción por los pobres, la esperanza “contra toda esperanza”. En el seguimiento de
Jesús, Reino adentro. Nuestra coherencia será la mejor canonización de “San
Romero de América, Pastor y Mártir”.
Pedro Casaldáliga
Saturday, March 19, 2011
Miedo a Jesús
La escena conocida como "la transfiguración de Jesús" concluye de una manera inesperada. Una voz venida de lo alto sobrecoge a los discípulos: «Este es mi Hijo amado»: el que tiene el rostro transfigurado. «Escúchenlo a él». No a Moisés, el legislador. No a Elías, el profeta. Escuchen a Jesús. Sólo a él. «Al oír esto, los discípulos caen de bruces, llenos de espanto». Les aterra la presencia cercana del misterio de Dios, pero también el miedo a vivir en adelante escuchando sólo a Jesús. La escena es insólita: los discípulos preferidos de Jesús caídos por tierra, llenos de miedo, sin atreverse a reaccionar ante la voz de Dios.
La actuación de Jesús es conmovedora: «Se acerca» para que sientan su presencia amistosa. «Los toca» para infundirles fuerza y confianza. Y les dice unas palabras inolvidables: «Levántense. No tengan miedo». Pónganse de pie de pie y síganme. No tengan miedo a vivir escuchándome a mí.
Es difícil ya ocultarlo. En la Iglesia tenemos miedo a escuchar a Jesús. Un miedo soterrado que nos está paralizando hasta impedirnos vivir hoy con paz, confianza y audacia tras los pasos de Jesús, nuestro único Señor.
Tenemos miedo a la innovación, pero no al inmovilismo que nos está alejando cada vez más de los hombres y mujeres de hoy. Se diría que lo único que hemos de hacer en estos tiempos de profundos cambios es conservar y repetir el pasado. ¿Qué hay detrás de este miedo? ¿Fidelidad a Jesús o miedo a poner en "odres nuevos" el "vino nuevo" del Evangelio?
Tenemos miedo a unas celebraciones más vivas, creativas y expresivas de la fe de los creyentes de hoy, pero nos preocupa menos el aburrimiento generalizado de tantos cristianos buenos que no pueden sintonizar ni vibrar con lo que allí se está celebrando. ¿Somos más fieles a Jesús urgiendo minuciosamente las normas litúrgicas, o nos da miedo "hacer memoria" de él celebrando nuestra fe con más verdad y creatividad?
Tenemos miedo a la libertad de los creyentes. Nos inquieta que el pueblo de Dios recupere la palabra y diga en voz alta sus aspiraciones, o que los laicos asuman su responsabilidad escuchando la voz de su conciencia. En algunos crece el recelo ante religiosos y religiosas que buscan ser fieles al carisma profético que han recibido de Dios. ¿Tenemos miedo a escuchar lo que el Espíritu puede estar diciendo a nuestras iglesias? ¿No tememos apagar el Espíritu en el pueblo de Dios?
En medio de su Iglesia Jesús sigue vivo, pero necesitamos sentir con más fe su presencia y escuchar con menos miedo sus palabras: «Levántense. No tengan miedo».
José Antonio Pagola
20 de marzo de 2011
2 Cuaresma (A)
Mateo 17, 1-9
Monday, March 14, 2011
¿Ayunar es un privilegio?
¿AYUNAR ES UN PRIVILEGIO?
SEBASTIÁN GARCÍA scj, sebastiangarciascj@gmail.com
BUENOS AIRES (ARGENTINA).
ECLESALIA, 14/03/11.- La Cuaresma parece ser un tiempo para incrementar nuestra oración personal, favorable para examinar, confesar nuestros pecados y tener una linda reconciliación con el Padre. La Iglesia nos enseña que una de las mejores maneras de vivir este tiempo de cuaresma en su dimensión más profunda es hacer ayuno.
Pero creo que en este mundo ayunar es un privilegio. No un privilegio para algunas personas que tienen un alma muy fuerte como para no tomar una de las grandes comidas. Ese no es el asunto.
La cuestión es esta: solamente quien no pasa hambre, puede hacer ayuno. Las demás personas en el mundo que tienen hambre no pueden ayunar. Sólo ayunan todos aquellos que tienen en sus mesas el pan cotidiano.
He visto en India los diferentes rostros del hambre. Los vi en Argentina también. Son similares a los de Brasil, Paraguay, México o Costa de Marfil. Lo que sucede es que el hambre tiene un rostro similar en todo el mundo. Nosotros podemos darnos cuenta muy rápidamente. Porque nosotros, -yo escribiendo y ustedes leyendo-, no tenemos hambre. Mucha gente en este bendito mundo pasa hambre. Mucha más de la que podemos imaginar. Y ellos, en su hambre habitual, no pueden ayunar. Porque no lo pueden elegir. Para ellos, el hambre es el pan cotidiano; todos los días están haciendo ayuno.
Pero nosotros podemos ayunar. Porque no tenemos hambre. Y este puede ser el significado secreto de nuestras privaciones de cuaresma: no tomar algunos alimentos en las comidas, ofreciendo este pequeño sacrificio por esta pobre gente. Nosotros podemos ayunar. Ellos no. Entonces podemos hacer ayuno por ellos.
¿Pero como es esto posible? ¿Cómo pueden algunas personas hacer ayuno en este mundo con hambre? ¿Este ayuno no podría ser hasta un insulto para el hambre de estas personas? Ciertamente, Dios, el Dios Vivo y Verdadero no necesita de nuestros sacrificios. Nuestro ayuno no va a incrementar su gloria eterna. Y más ayuno en nuestras vidas no nos va a poner más cerca de Dios. Hacer ayuno es para nosotros como un aprendizaje. ¿Ayunar nos ayuda a disciplinar nuestros cuerpos? Alguno puede pensar que sí. A mí me suena a desfasado.
La secreta razón de este tipo de privación no es el esfuerzo personal de conquistar nuestra voluntad salvaje, sino acercarnos a toda esa gente que en este momento están sintiendo el hambre en sus entrañas. No porque tenemos una voluntad de hierro y una sed de volvernos perfectos a nosotros mismos, podemos hacer nuestro ayuno. No porque nuestro Dios, el Padre de nuestro hermano mayor Jesús, necesite de nuestro sacrificio y privaciones. Podemos ayunar, ofreciendo nuestro ayuno por la gente hambrienta a lo largo de todo el mundo, que no puede ayunar. Este es el primer paso, El segundo podría ser invitarlos a nuestra mesa. Dice Dios por el profeta: “el ayuno que yo quiero es compartir el pan con el hambriento” (Is. 58, 7). (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Thursday, March 10, 2011
Wednesday, March 09, 2011
Wednesday, March 02, 2011
Tuesday, March 01, 2011
Ser débil, ser providente...
PATRICIA PAZ, ppaz1954@gmail.com
BUENOS AIRES (ARGENTINA).
Saturday, February 26, 2011
Friday, February 25, 2011
Lo primero es...
No es una pregunta más. Es decisivo saber si estamos siendo fieles al objetivo prioritario marcado por Jesús, o estamos desarrollando una religiosidad que nos está desviando de la pasión que llevaba él en su corazón. ¿No hemos de corregir la dirección y centrar nuestro cristianismo con más fidelidad en el proyecto del reino de Dios?
La actitud de Jesús es diáfana. Basta leer los evangelios. Al mismo tiempo que vive en medio de la gente trabajando por una Galilea más sana, más justa y fraterna, más atenta a los últimos y más acogedora a los excluidos, no duda en criticar una religión que observa el sábado y cuida el culto mientras olvida que Dios quiere misericordia antes que sacrificios.
El cristianismo no es una religión más, que ofrece unos servicios para responder a la necesidad de Dios que tiene el ser humano. Es una religión profética nacida de Jesús para humanizar la vida según el proyecto de Dios. Podemos "funcionar" como comunidades religiosas reunidas en torno al culto, pero si no contagiamos compasión ni exigimos justicia, si no defendemos a los olvidados ni atendemos a los últimos, ¿dónde queda el proyecto que animó la vida entera de Jesús?
Tal vez, la manera más práctica de reorientar nuestras comunidades hacia el reino de Dios y su justicia es comenzar por cuidar más la acogida. No se trata de descuidar la celebración cultual, sino de desarrollar mucho más la acogida, la escucha y el acompañamiento a la gente en sus penas, trabajos y esperanzas. Compartir el sufrimiento de las personas nos puede ayudar a comprender mejor nuestro objetivo: contribuir desde el Evangelio a un mundo más humano.
En su primera encíclica, Juan Pablo II, recogiendo una idea importante del Concilio Vaticano II, nos recordó a los cristianos cómo hemos de entender la Iglesia. Lo hizo de manera clara. "La Iglesia no es ella misma su propio fin, pues está orientada al reino de Dios del cual es germen, signo e instrumento". Lo primero no es la Iglesia, sino el reino de Dios. Si queremos una Iglesia más evangélica es porque buscamos contribuir desde ella a buscar un mundo más humano.
José Antonio Pagola
27 de febrero de 2011
8 Tiempo ordinario (A)
Mateo 6, 24-34
Monday, February 21, 2011
Amar...
La llamada a amar es seductora. Seguramente, muchos escuchaban con agrado la invitación de Jesús a vivir en una actitud abierta de amistad y generosidad hacia todos. Lo que menos se podían esperar era oírle hablar de amor a los enemigos. Sólo un loco les podía decir con aquella convicción algo tan absurdo e impensable: «Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persiguen, perdonad setenta veces siete... » ¿Sabe Jesús lo que está diciendo? ¿Es eso lo que quiere Dios?
Los oyentes le escuchaban escandalizados. ¿Se olvida Jesús de que su pueblo vive sometido a Roma? ¿Ha olvidado los estragos cometidos por sus legiones? ¿No conoce la explotación de los campesinos de Galilea, indefensos ante los abusos de los poderosos terratenientes? ¿Cómo puede hablar de perdón a los enemigos, si todo les está invitando al odio y la venganza?
Jesús no les habla arbitrariamente. Su invitación nace de su experiencia de Dios. El Padre de todos no es violento sino compasivo. No busca la venganza ni conoce el odio. Su amor es incondicional hacia todos: «El hace salir su sol sobre buenos y malos, manda la lluvia a justos e injustos». No discrimina a nadie. No ama sólo a quienes le son fieles. Su amor está abierto a todos.
Este Dios que no excluye a nadie de su amor nos ha de atraer a vivir como él. Esta es en síntesis la llamada de Jesús. "Pareceos a Dios. No seáis enemigos de nadie, ni siquiera de quienes son vuestros enemigos. Amadlos para que seáis dignos de vuestro Padre del cielo".
Jesús no está pensando en que los queramos con el afecto y el cariño que sentimos hacia nuestros seres más queridos. Amar al enemigo es, sencillamente, no vengarnos, no hacerle daño, no desearle el mal. Pensar, más bien, en lo que puede ser bueno para él. Tratarlo como quisiéramos que nos trataran a nosotros.
¿Es posible amar al enemigo? Jesús no está imponiendo una ley universal. Está invitando a sus seguidores a parecernos a Dios para ir haciendo desaparecer el odio y la enemistad entre sus hijos. Sólo quien vive tratando de identificarse con Jesús llega a amar a quienes le quieren mal.
Atraídos por él, aprendemos a no alimentar el odio contra nadie, a superar el resentimiento, a hacer el bien a todos. Jesús nos invita a «rezar por los que nos persiguen», seguramente, para ir transformando poco a poco nuestro corazón. Amar a quien nos hace daño no es fácil, pero es lo que mejor nos identifica con aquel que murió rezando por quienes lo estaban crucificando: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen".
José Antonio Pagola
20 de febrero de 2011
7 Tiempo ordinario (A)
Mateo 5, 38-48
Friday, February 18, 2011
Saturday, February 12, 2011
El gustito por la misión...
Cuando se busca la voluntad del Padre, se va más allá de la Ley...
Los judíos hablaban con orgullo de la Ley de Moisés. Era el mejor regalo que habían recibido de Dios. En todas las sinagogas la guardaban con veneración dentro de un cofre depositado en un lugar especial. En esa Ley podían encontrar cuanto necesitaban para ser fieles a Dios. Jesús, sin embargo, no vive centrado en la Ley. No se dedica a estudiarla ni a explicarla a sus discípulos. No se le ve nunca preocupado por observarla de manera escrupulosa. Ciertamente, no pone en marcha una campaña contra la Ley, pero ésta no ocupa ya un lugar central en su corazón.
Jesús busca la voluntad del Dios desde otra experiencia diferente. Le siente a Dios tratando de abrirse camino entre los hombres para construir con ellos un mundo más justo y fraterno. Esto lo cambia todo. La ley no es ya lo decisivo para saber qué espera Dios de nosotros. Lo primero es "buscar el reino de Dios y su justicia".
Los fariseos y letrados se preocupan de observar rigurosamente las leyes, pero descuidan el amor y la justicia. Jesús se esfuerza por introducir en sus seguidores otro talante y otro espíritu: «si vuestra justicia no es mejor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de Dios». Hay que superar el legalismo que se contenta con el cumplimiento literal de leyes y normas.
Cuando se busca la voluntad del Padre con la pasión con que la busca Jesús, se va siempre más allá de lo que dicen las leyes. Para caminar hacia ese mundo más humano que Dios quiere para todos, lo importante no es contar con personas observantes de leyes, sino con hombres y mujeres que se parezcan a él.
Aquel que no mata, cumple la Ley, pero si no arranca de su corazón la agresividad hacia su hermano, no se parece a Dios. Aquel que no comete adulterio, cumple la Ley, pero si desea egoístamente la esposa de su hermano, no se asemeja a Dios. En estas personas reina la Ley, pero no Dios; son observantes, pero no saben amar; viven correctamente, pero no construirán un mundo más humano.
Hemos de escuchar bien las palabras de Jesús: «No he venido a abolir la Ley y los profetas, sino a dar plenitud». No ha venido a echar por tierra el patrimonio legal y religioso del antiguo testamento. Ha venido a «dar plenitud», a ensanchar el horizonte del comportamiento humano, a liberar la vida de los peligros del legalismo.
Nuestro cristianismo será más humano y evangélico cuando aprendamos a vivir las leyes, normas, preceptos y tradiciones como los vivía Jesús: buscando ese mundo más justo y fraterno que quiere el Padre.
José Antonio Pagola
13 de febrero de 2011
6 Tiempo ordinario (A) Mateo 5, 17-37
Monday, February 07, 2011
Lema Regional para 2011
Va creciendo un retoño del tronco de Jesé…!
“Un retoño saldrá del tronco de Jesé, un brote surgirá de sus raíces.
Sobre él reposará el Espíritu del Señor, espíritu de sabiduría e inteligencia espíritu de prudencia y valentía, espíritu para conocer a Señor y para respetarlo, y para gobernar según sus preceptos.
No juzgará por las apariencias ni decidirá por lo que se dice, sino que hará justicia a los débiles y defenderá el derecho de los pobres del país. Su palabra derribará al opresor, el soplo de sus labios matará al malvado. Tendrá como cinturón la justicia, y la lealtad será el ceñidor de sus caderas”.
(Is 11,1-5)
Queridos betharramitas:
¡Hijos del Corazón de Jesús, una familia de discípulos misioneros en nuevos caminos de comunión!. (2009)
¡Sedientos de amor de Dios, samaritanos en su época y cultura, misioneros como Garicoïts sacerdote!. (2010)
En este año el Santo Padre, Benedicto XVI, ha propuesto a la iglesia que reflexionemos y nos dediquemos a reconocer y amar el misterio de “
Se trata de
Veamos si la estamos administrando bien, si somos dóciles a su acción divina en nosotros y sensibles a las necesidades vitales de cuantos nos rodean.
El Señor nos ha hecho un encargo a cada uno: como personas, como familia, como comunidades, en una “época” semejante a un “árbol seco” que atraviesa el camino de la humanidad colapsada por tantas expresiones de muerte…
En ese humus el Señor se empeña, todavía, en que demos fruto!
Es entonces cuando la imagen del retoño que nace del árbol seco resuena en mi memoria. La ramita porfiada que se abre paso en la vida de Betharram como si fuera una Palabra viva que surge nueva desde lo viejo.
Estamos invitados a sacar de ella el mayor provecho.
Para ello, les comparto ahora algo personal: hace tiempo que sentía internamente el deseo de hacer una experiencia fuerte de reflexión y cambio. Gustar internamente el Evangelio, convertirme. Necesitaba acompañar mejor la misión que me habían confiado en
Me decidí, entonces, a hacer 30 días de EE.EE. en noviembre de 2010. Ni sospechaba que mi lucha por
Debí abrirme paso entre grandes oposiciones interiores que descubrí, nacían de mi mismo, de mi historia no sanada, y del propio medio en que aún crece
Cuánta gratitud me nace de lo vivido. ¡Cómo no alabar a Dios por su Resurrección!
Esa experiencia de Villa Allende, Córdoba, con el P. Rossi s.j., y un grupo muy bueno de religiosos, laicos y padres diocesanos; jamás caerá en el jardín del olvido.
También descubrí algo importante: que nunca terminaré de pagar las gracias recibidas del Señor en esos días. “¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho…?” (Smo. 115).
Tengo la convicción –así me lo han hecho entender- que todo lo bueno que he experimentado en ese mes se desplegará en el tiempo según
Por el momento sigo cargando con mi humanidad, a veces maltrecha, aunque muy renovado en la esperanza y sin perder la alegría –signo del Espíritu-. De hecho, he dado paso a un ritmo de vida interior al que no estaba muy acostumbrado. Como si me hubieran “inyectado Vida” (como una “vacuna de Gracia”) para que “tome con mis manos las serpientes y si bebo algún veneno no me haga daño” (Mc 16,18). Pero por las dudas no voy a desafiar a la providencia…
Qué bueno es el Señor con nosotros: ¡Dichoso quien en Él se refugia!. (Smo 33)
En ese sentido, hay que reconocer que el camino que la congregación está haciendo en la revalorización de los EE.EE. de San Ignacio, nos está haciendo mucho bien a todos: religiosos, laicos, jóvenes, familias, etc.
Desde los orígenes, San Miguel discernió el carisma a
Siempre partiendo de la vida misma, con el realismo de la encarnación, incluyendo a todos los que el Señor ha puesto a nuestro lado en la misión.
Un buen antídoto contra las experiencias pseudo-mísiticas que nunca faltan.
Un compromiso cada vez mayor con
Al llegar a Buenos Aires, me topé con “una tromba” y con “un auténtico misionero”….
La tromba: un religioso joven que me dijo: ¡Basta de lemas largos! (recordé que también me lo había dicho un representante legal del colegio que tenía que pagar los carteles… y le cobraban por palabra….).
Entre otras cosas…, “la tromba” me dijo: “Betharramitas: ¡sí a la vida!”.
Con él delante, me sentí un poco como el profeta Elías en la cueva frente al terremoto y el fuego”… (cf. I Re 19, 12-14) pero después, al llegar la suave brisa me dije: ¿Por qué no?
Y me di cuenta de algo: este 2011, año del Capítulo General, es un año para mirarnos con realismo y percibir cuales son los signos de Vida, las cosas que crecen como el retoño, las que agonizan, y las que ya están muertas….
El auténtico misionero me desafió:
Es un sabio laico de vida muy entregada que me dijo hace poco. “Creo que a los betharramitas nos está faltando audacia”. Hemos caído (se advierte al menos en algunas partes) en una especie de acuartelamiento. Una actitud conservadora. Motivada, tal vez porque se dispone de medios para asegurar la subsistencia. Como el reservorio de agua, de energía, etc. Pero que termina por ser poco evangélica. Como una lámpara encendida puesta bajo el cajón.
San Ignacio diría que eso nos pasa porque: tenemos la simple aspiración de llegar a “cierto grado de contentar nuestra alma”.
Recuerdo que el P. Gaspar, como formador, cuando compartíamos
Eso excitaba nuestro impulso interior (tan característico del betharramita), lo sacaba de la caja de seguridad en que estaba guardado…
Jesús también ponía a los apóstoles sobre aviso en relación con los boqueteros de la época…. (cf Lc 12,39)
Velemos, entonces, pero sirvamos a
Salí de allí pensando:
sin entregarnos a los quereres del Padre, para sufrir y hacer cuanto El dispusiere, estamos perdidos.
San Rafael Arnaiz Barón, un trapense feliz pero bien acostumbrado a los sufrimientos, repetía una frase densa como su vida interior y simple como el vuelo de una paloma:
“En la vida, todo consiste en saber esperar”. Pero esperar qué…?:
¿La muerte?, ¿la era de Acuario que lo cambiará todo?, ¿el apocalipsis de los Mayas en 2012?...¿que se terminen de caer las instituciones obsoletas?,
¿que el subjetivismo hipercrítico de la época acabe con la historia, las ideas, y nos deje sumidos en la incertidumbre?.
¡Nuestra esperanza está puesta en Jesucristo, el único que puede salvar!.
Para 2011 confío en que nuestra esperanza sea activa y vital:
- como el Centinela que espera la aurora,
- como la madre que espera dulcemente a su hijo sabiendo que lo dará a luz con dolor…,
- como el Padre misericordioso que aguarda al suyo –pecador- mirando hacia el horizonte hasta que consiga borrar su pecado en un abrazo inefable.
Queridos Betharramitas:
El Señor ha dicho: He venido para que tengan vida y vida abundante.
“El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).
El lema que les propongo para
Betharramitas: ¡Sí a
No es la vida, como fin en sí mismo, sino
Se trata de
“Jesús les dirigió una vez más la palabra, diciendo: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de
Esta vez, les propongo que sigamos a esa Palabra Encarnada, Jesucristo, como a una Luz que brilla en las tinieblas y que por amor viene a habitar en medio de nosotros. Jesús, Luz que da vida: acogerlo, recibirlo, atender y acompañar a quienes no tienen voz, ni espacio para sustentar su Vida en este mundo.
Cito a un hermano muy querido que me decía algo lindo sobre este tema:
¡Sí a
“
“¡Sí a
“¡Sí a
“¡Sí a
“¡Sí a
Y ahora la palabra de un “sediento del amor de Dios”
Decir Betharramitas: ¡Sí a
“Betharramitas:
Que nuestra VIDA y misión
sean fiel reflejo de
que pone su morada entre nosotros”
Decía San Miguel Garicoíts que Dios nos ha dado a Jesucristo para morar con nosotros, para iluminarnos, darnos vida, “siendo como éramos sus enemigos”.
Cuando nuestra vida (pequeñita, con minúscula…) se centra en las sombras de este tiempo, sólo acaba por “cansarse en vano”. Porque “nada bueno hay en mi carne” dice San Pablo a los Romanos.
En este año en que el Capítulo General nos presentará aprobada la nueva Regla de Vida, tomamos consciencia de que la frialdad de
Nos justificaremos, pero no seremos justificados, porque el único que puede hacerlo
(y lo ha hecho!) es Jesucristo, Palabra de Vida.
Cuando en cambio escuchemos su palabra, lo sigamos: transformaremos en obras de Amor (Luz) lo que ha quedado en “letra muerta” (oscuridad), entonces nos volvemos LIBRES para seguirlo más de cerca.
Dejarlo todo POR AMOR A SU PALABRA que nos llama e interpela nos hará herederos de un TESORO inagotable en el Cielo.
Betharramitas: “sí a
Hago un llamado a los/las jóvenes laicos/as para presentarles a Jesús, Joven feliz, lleno de Vida que ofrece
Un joven que siente su vida cuestionada por
Levantémonos, entonces, y caminemos como Región tras las pisadas del Jesús. Benedicto decía al comienzo de su pontificado: no tengamos miedo de encontrarnos con Jesús, sólo con él. Su soledad está poblada de una Luz de vida que nadie nos podrá quitar. Su cruz y su desierto, son antesala del Gozo de
Quisiera que todos los betharramitas de
Los quiere y ofrece su pobre oración de hermano y amigo en el Señor deseándoles un feliz 2011:
P. Gustavo scj