Tuesday, March 01, 2011

Ser débil, ser providente...


Por añadidura, Mt 6, 24-34
PATRICIA PAZ, ppaz1954@gmail.com
BUENOS AIRES (ARGENTINA).

ECLESALIA, 01/03/11.- Me costó comprender éste Evangelio. Mi sentido común propio de la época en la que me toca vivir me decía que lo lógico es producir y acumular. El futuro depende de lo que pueda almacenar, de los reaseguros que me provea en forma de jubilación, medicina prepaga, cuenta bancaria, inversiones, etc. Dios parece no ocuparse de nuestra economía a pesar de lo que dice el Evangelio acerca de los “lirios del campo y los pájaros del cielo.” Ni lirios ni pájaros, volvamos a la realidad, eso está muy bien como cuentito, pero la vida es otra cosa. O proveés para vos y tu familia o te quedás en la calle, no hay más que mirar los diarios.

Hasta que desperté a lo que el Evangelio me quiere enseñar. No es pensar en un Dios que está afuera de la historia y desde allí es providente sino descubrir que la Divina Providencia, ¡soy yo! eres tú, somos todos. Despertar a la realidad de que el Dios que nos inhabita es quien nos habilita para ser providentes si lo dejamos actuar. Liberar nuestra capacidad de compartir lo producido es, me parece, el gran desafío al que nos invita Jesús.

Servir a Dios y buscar el Reino implica que en mi propia vida yo asuma la responsabilidad que me toca. No es un inmovilismo irresponsable de esperar que las cosas vengan de arriba. Es trabajar duro de acuerdo a mis posibilidades para producir las riquezas que mis talentos puedan aportar y luego compartirlas con mis hermanos en la confianza de que si nos animamos a vivir así, los bienes alcanzan para todos.

Si dejamos de pensar en un “dios mago” que digita las cosas e interviene a su antojo, o al que podemos torcer la voluntad a fuerza de oraciones para que intervenga según el nuestro, nos tomaremos en serio nuestra capacidad co-creadora. Estaremos entonces capacitados para construir un orden nuevo regido por los valores del Reino y su justicia, y el resto se nos dará por añadidura.

Que las oraciones sirvan para cambiarnos el corazón, para hacer espacio a la acción del Espíritu que nos invita a ser justos y generosos. Allí descubriremos la verdadera Providencia, la que Dios pone en nuestras manos.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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