Friday, March 25, 2011

San Romero de América


Celebrar un Jubileo de nuestro San Romero de América es celebrar un testimonio que nos contagia de profecía. Es asumir comprometidamente las causas, la causa por las que nuestro San Romero es mártir. Gran testigo él en el seguimiento del Testigo mayor, el Testigo fiel, Jesús. La sangre de los mártires es aquel cáliz que todos, todas podemos y debemos beber. Siempre y en todas las circunstancias la memoria del martirio es una memoria subversiva.
Treinta años se pasaron de aquella Eucaristía plena en la Capilla del Hospitalito.
Aquel día nuestro santo nos escribió: “Nosotros creemos en la victoria de la
resurrección”. Y muchas veces dijo, profetizando un tiempo nuevo, “si me matan
resucitaré en el pueblo salvadoreño”. Y, con todas las ambigüedades de la historia
en proceso, nuestro San Romero está resucitando en El Salvador, en Nuestra
América, en el Mundo.
Este Jubileo debe renovar en todos nosotros y nosotras una esperanza,
lúcida, crítica pero invencible. “Todo es gracia”, todo es Pascua, si entramos a todo
riesgo en el misterio de la cena compartida, la cruz y la resurrección.
San Romero nos enseña y nos “cobra” que vivamos una espiritualidad
integral, una santidad tan mística como política. En la vida diaria y en los procesos
mayores de la justicia y la paz, “con los pobres de la tierra”, en la familia, en la
calle, en el trabajo, en el movimiento popular y en la pastoral encarnada. Él nos
espera en la lucha diaria contra esa especie de mara monstruosa que es el
capitalismo neoliberal, contra el mercado omnímodo, contra el consumismo
desenfrenado. La Campaña de la Fraternidad de Brasil, ecuménica este año, nos
recuerda la palabra contundente de Jesús: “ustedes no pueden servir a dos señores,
a Dios y al dinero”.
Respondiendo a aquellos que, en la Sociedad y en la Iglesia intentan
desmoralizar la Teología de la Liberación, el caminar de los pobres en comunidad,
ese nuevo modo de ser Iglesia, nuestro pastor y mártir replicaba: “hay un ‘ateismo’
más cercano y más peligroso para nuestra Iglesia: el ateismo del capitalismo cuando
los bienes materiales se erigen en ídolos y sustituyen a Dios”.
Fieles a los signos de los tiempos, como Romero, actualizando los rostros de
los pobres y las urgencias sociales y pastorales, debemos subrayar en este jubileo
causas mayores, verdaderos paradigmas algunas de ellas. El ecumenismo y
macroecumenismo, en diálogo religioso y en koinonia universal. Los derechos de
los emigrantes contra las leyes de segregación. La solidaridad e intersolidaridad. La
gran causa ecológica.
La integración de Nuestra América. Las campañas por la paz efectiva,
denunciando el creciente militarismo y la proliferación de las armas. Urgiendo
siempre unas transformaciones eclesiales, con el protagonismo del laicado, que
pidió Santo Domingo, y la igualdad de la mujer en los ministerios eclesiales. El
desafío de la violencia cotidiana, sobre todo en la juventud, manipulada por los
medios de comunicación alienadores y por la epidemia mundial de las drogas.
Siempre y cada vez más, cuando mayores sean los desafíos, viviremos la
opción por los pobres, la esperanza “contra toda esperanza”. En el seguimiento de
Jesús, Reino adentro. Nuestra coherencia será la mejor canonización de “San
Romero de América, Pastor y Mártir”.

Pedro Casaldáliga

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