Homenaje

Ayer por la noche nos enterábamos con el grupo de Caritas Balvanera que recorremos la zona del Congreso visitando a la gente que vive en la calle la noticia que –tristemente- no nos encontraríamos más a uno de nuestros conocidos a quien cariñosamente llamábamos el “Tío Ricky” quien había fallecido la noche del pasado martes.

Este hombre que pasaba los 70, bien parecido físicamente al Martín Fierro de José Hernández con algunos toques de viveza criolla, llevaba años (no sabría decir cuantos, ya que desde que empecé a ir allí estaba) viviendo en la calle. Un hermano suyo sigue viviendo allí y otro ya ha partido también por el mismo camino.

Se fue en silencio, como tantas noches nos había recibido con aquel silencio mezcla de paz y de resignación de aquel que sabe que su suerte ya ha sido echada. La clave para empezar era ver que quería tomar: café, pocas veces, cuando estaba bien despierto; caldo, casi siempre –también cuando había cenado con el fruto abundante de la vid; o nada, si se le había pasado la mano.

Algunas anécdotas: En una oportunidad encontró un perrito, chiquito, simpático al que llamó “Esperanza” y con el que pícaramente pedía en los semáforos y juntaba algunas monedas. Otra, hace un tiempo habían conseguido algo de asado tira y lo hacían a las brasas en plena vereda ante el asombro de los que pasaban.

Nos preguntaba seguido dos cosas: ¿cuáles son las dos palabras que guían el mundo? A lo cual el filósofo del poncho salteño respondía que eran Odio y Amor (cuando supimos que era su pregunta de cabecera, le ganábamos de mano con la respuesta) y también nos cuestionaba acerca de ¿a dónde van los silencios?

Está pregunta queda irresuelta, NO SABEMOS A DONDE VAN LOS SILENCIOS. Creo que sabemos de donde vienen los silencios, vienen –citando cruzado la homilía del Hno. Sebastián- de nuestros viejos y de los pibes que se mueren en la calle y que cuando mueren NI LA MORGE QUIERE LLEVARLOS.

¿A dónde irán tantos silencios?