Saturday, March 26, 2011

Agua de Vida

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La religión de Jesús... ¿y la nuestra?

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La religión de Jesús... ¿y la nuestra?
de Betharram Joven, el Sábado, 26 de marzo de 2011 a las 10:34
Cansado del camino, Jesús se sienta junto al manantial de Jacob, en las cercanías de la aldea de Sicar. Pronto llega una mujer samaritanaa apagar su sed. Espontáneamente, Jesús comienza a hablar con ella de lo que lleva en su corazón. En un momento de la conversación, la mujer le plantea los conflictos que enfrentan a judíos y samaritanos. Los judíos peregrinan a Jerusalén para adorar a Dios. Los samaritanos suben al monte Garizim cuya cumbre se divisa desde el pozo de Jacob. ¿Dónde hay que adorar a Dios? ¿Cuál es la verdadera religión? ¿Qué piensa el profeta de Galilea?
Jesús comienza por aclarar que el verdadero culto no depende de un lugar determinado, por muy venerable que pueda ser. El Padre del cielo no está atado a ningún lugar, no es propiedad de ninguna religión. No pertenece a ningún pueblo concreto.
No lo hemos de olvidar. Para encontrarnos con Dios, no es necesario ir a Roma o peregrinar a Jerusalén. No hace falta entrar en una capilla o visitar una catedral. Desde la cárcel más secreta, desde la sala de cuidados intensivos de un hospital, desde cualquier cocina o lugar de trabajo podemos elevar nuestro corazón hacia Dios.
Jesús no habla a la samaritana de «adorar a Dios». Su lenguaje es nuevo. Hasta por tres veces le habla de «adorar al Padre». Por eso, no es necesario subir a una montaña para acercarnos un poco a un Dios lejano, desentendido de nuestros problemas, indiferente a nuestros sufrimientos. El verdadero culto empieza por reconocer a Dios como Padre querido que nos acompaña de cerca a lo largo de nuestra vida.
Jesús le dice algo más. El Padre está buscando «verdaderos adoradores». No está esperando de sus hijos grandes ceremonias, celebraciones solemnes, inciensos y procesiones. Lo que desea es corazones sencillos que le adoren «en espíritu y en verdad».
«Adorar al Padre en espíritu» es seguir los pasos de Jesús y dejarnos conducir como él por el Espíritu del Padre que lo envía siempre hacia los últimos. Aprender a ser compasivos como es el Padre. Lo dice Jesús de manera clara: «Dios es espíritu, y quienes le adoran deben hacerlo en espíritu». Dios es amor, perdón, ternura, aliento vivificador..., y quienes lo adoran deben parecerse a él.
«Adorar al Padre en verdad» es vivir en la verdad. Volver una y otra vez a la verdad del Evangelio. Ser fieles a la verdad de Jesús sin encerrarnos en nuestras propias mentiras.Después de veinte siglos de cristianismo, ¿hemos aprendido a dar culto verdadero a Dios? ¿Somos los verdaderos adoradores que busca el Padre?

José Antonio Pagola

27 de marzo de 2011
3 Cuaresma (A)
Juan 4, 5-42
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Friday, March 25, 2011

San Romero de América

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Celebrar un Jubileo de nuestro San Romero de América es celebrar un testimonio que nos contagia de profecía. Es asumir comprometidamente las causas, la causa por las que nuestro San Romero es mártir. Gran testigo él en el seguimiento del Testigo mayor, el Testigo fiel, Jesús. La sangre de los mártires es aquel cáliz que todos, todas podemos y debemos beber. Siempre y en todas las circunstancias la memoria del martirio es una memoria subversiva.
Treinta años se pasaron de aquella Eucaristía plena en la Capilla del Hospitalito.
Aquel día nuestro santo nos escribió: “Nosotros creemos en la victoria de la
resurrección”. Y muchas veces dijo, profetizando un tiempo nuevo, “si me matan
resucitaré en el pueblo salvadoreño”. Y, con todas las ambigüedades de la historia
en proceso, nuestro San Romero está resucitando en El Salvador, en Nuestra
América, en el Mundo.
Este Jubileo debe renovar en todos nosotros y nosotras una esperanza,
lúcida, crítica pero invencible. “Todo es gracia”, todo es Pascua, si entramos a todo
riesgo en el misterio de la cena compartida, la cruz y la resurrección.
San Romero nos enseña y nos “cobra” que vivamos una espiritualidad
integral, una santidad tan mística como política. En la vida diaria y en los procesos
mayores de la justicia y la paz, “con los pobres de la tierra”, en la familia, en la
calle, en el trabajo, en el movimiento popular y en la pastoral encarnada. Él nos
espera en la lucha diaria contra esa especie de mara monstruosa que es el
capitalismo neoliberal, contra el mercado omnímodo, contra el consumismo
desenfrenado. La Campaña de la Fraternidad de Brasil, ecuménica este año, nos
recuerda la palabra contundente de Jesús: “ustedes no pueden servir a dos señores,
a Dios y al dinero”.
Respondiendo a aquellos que, en la Sociedad y en la Iglesia intentan
desmoralizar la Teología de la Liberación, el caminar de los pobres en comunidad,
ese nuevo modo de ser Iglesia, nuestro pastor y mártir replicaba: “hay un ‘ateismo’
más cercano y más peligroso para nuestra Iglesia: el ateismo del capitalismo cuando
los bienes materiales se erigen en ídolos y sustituyen a Dios”.
Fieles a los signos de los tiempos, como Romero, actualizando los rostros de
los pobres y las urgencias sociales y pastorales, debemos subrayar en este jubileo
causas mayores, verdaderos paradigmas algunas de ellas. El ecumenismo y
macroecumenismo, en diálogo religioso y en koinonia universal. Los derechos de
los emigrantes contra las leyes de segregación. La solidaridad e intersolidaridad. La
gran causa ecológica.
La integración de Nuestra América. Las campañas por la paz efectiva,
denunciando el creciente militarismo y la proliferación de las armas. Urgiendo
siempre unas transformaciones eclesiales, con el protagonismo del laicado, que
pidió Santo Domingo, y la igualdad de la mujer en los ministerios eclesiales. El
desafío de la violencia cotidiana, sobre todo en la juventud, manipulada por los
medios de comunicación alienadores y por la epidemia mundial de las drogas.
Siempre y cada vez más, cuando mayores sean los desafíos, viviremos la
opción por los pobres, la esperanza “contra toda esperanza”. En el seguimiento de
Jesús, Reino adentro. Nuestra coherencia será la mejor canonización de “San
Romero de América, Pastor y Mártir”.

Pedro Casaldáliga
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Saturday, March 19, 2011

Mis hijos...

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Miedo a Jesús

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La escena conocida como "la transfiguración de Jesús" concluye de una manera inesperada. Una voz venida de lo alto sobrecoge a los discípulos: «Este es mi Hijo amado»: el que tiene el rostro transfigurado. «Escúchenlo a él». No a Moisés, el legislador. No a Elías, el profeta. Escuchen a Jesús. Sólo a él. «Al oír esto, los discípulos caen de bruces, llenos de espanto». Les aterra la presencia cercana del misterio de Dios, pero también el miedo a vivir en adelante escuchando sólo a Jesús. La escena es insólita: los discípulos preferidos de Jesús caídos por tierra, llenos de miedo, sin atreverse a reaccionar ante la voz de Dios.
La actuación de Jesús es conmovedora: «Se acerca» para que sientan su presencia amistosa. «Los toca» para infundirles fuerza y confianza. Y les dice unas palabras inolvidables: «Levántense. No tengan miedo». Pónganse de pie de pie y síganme. No tengan miedo a vivir escuchándome a mí.
Es difícil ya ocultarlo. En la Iglesia tenemos miedo a escuchar a Jesús. Un miedo soterrado que nos está paralizando hasta impedirnos vivir hoy con paz, confianza y audacia tras los pasos de Jesús, nuestro único Señor.
Tenemos miedo a la innovación, pero no al inmovilismo que nos está alejando cada vez más de los hombres y mujeres de hoy. Se diría que lo único que hemos de hacer en estos tiempos de profundos cambios es conservar y repetir el pasado. ¿Qué hay detrás de este miedo? ¿Fidelidad a Jesús o miedo a poner en "odres nuevos" el "vino nuevo" del Evangelio?
Tenemos miedo a unas celebraciones más vivas, creativas y expresivas de la fe de los creyentes de hoy, pero nos preocupa menos el aburrimiento generalizado de tantos cristianos buenos que no pueden sintonizar ni vibrar con lo que allí se está celebrando. ¿Somos más fieles a Jesús urgiendo minuciosamente las normas litúrgicas, o nos da miedo "hacer memoria" de él celebrando nuestra fe con más verdad y creatividad?
Tenemos miedo a la libertad de los creyentes. Nos inquieta que el pueblo de Dios recupere la palabra y diga en voz alta sus aspiraciones, o que los laicos asuman su responsabilidad escuchando la voz de su conciencia. En algunos crece el recelo ante religiosos y religiosas que buscan ser fieles al carisma profético que han recibido de Dios. ¿Tenemos miedo a escuchar lo que el Espíritu puede estar diciendo a nuestras iglesias? ¿No tememos apagar el Espíritu en el pueblo de Dios?
En medio de su Iglesia Jesús sigue vivo, pero necesitamos sentir con más fe su presencia y escuchar con menos miedo sus palabras: «Levántense. No tengan miedo».
José Antonio Pagola

20 de marzo de 2011
2 Cuaresma (A)
Mateo 17, 1-9
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Monday, March 14, 2011

¿Ayunar es un privilegio?

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¿AYUNAR ES UN PRIVILEGIO?
SEBASTIÁN GARCÍA scj, sebastiangarciascj@gmail.com
BUENOS AIRES (ARGENTINA).

ECLESALIA, 14/03/11.- La Cuaresma parece ser un tiempo para incrementar nuestra oración personal, favorable para examinar, confesar nuestros pecados y tener una linda reconciliación con el Padre. La Iglesia nos enseña que una de las mejores maneras de vivir este tiempo de cuaresma en su dimensión más profunda es hacer ayuno.

Pero creo que en este mundo ayunar es un privilegio. No un privilegio para algunas personas que tienen un alma muy fuerte como para no tomar una de las grandes comidas. Ese no es el asunto.

La cuestión es esta: solamente quien no pasa hambre, puede hacer ayuno. Las demás personas en el mundo que tienen hambre no pueden ayunar. Sólo ayunan todos aquellos que tienen en sus mesas el pan cotidiano.

He visto en India los diferentes rostros del hambre. Los vi en Argentina también. Son similares a los de Brasil, Paraguay, México o Costa de Marfil. Lo que sucede es que el hambre tiene un rostro similar en todo el mundo. Nosotros podemos darnos cuenta muy rápidamente. Porque nosotros, -yo escribiendo y ustedes leyendo-, no tenemos hambre. Mucha gente en este bendito mundo pasa hambre. Mucha más de la que podemos imaginar. Y ellos, en su hambre habitual, no pueden ayunar. Porque no lo pueden elegir. Para ellos, el hambre es el pan cotidiano; todos los días están haciendo ayuno.

Pero nosotros podemos ayunar. Porque no tenemos hambre. Y este puede ser el significado secreto de nuestras privaciones de cuaresma: no tomar algunos alimentos en las comidas, ofreciendo este pequeño sacrificio por esta pobre gente. Nosotros podemos ayunar. Ellos no. Entonces podemos hacer ayuno por ellos.

¿Pero como es esto posible? ¿Cómo pueden algunas personas hacer ayuno en este mundo con hambre? ¿Este ayuno no podría ser hasta un insulto para el hambre de estas personas? Ciertamente, Dios, el Dios Vivo y Verdadero no necesita de nuestros sacrificios. Nuestro ayuno no va a incrementar su gloria eterna. Y más ayuno en nuestras vidas no nos va a poner más cerca de Dios. Hacer ayuno es para nosotros como un aprendizaje. ¿Ayunar nos ayuda a disciplinar nuestros cuerpos? Alguno puede pensar que sí. A mí me suena a desfasado.

La secreta razón de este tipo de privación no es el esfuerzo personal de conquistar nuestra voluntad salvaje, sino acercarnos a toda esa gente que en este momento están sintiendo el hambre en sus entrañas. No porque tenemos una voluntad de hierro y una sed de volvernos perfectos a nosotros mismos, podemos hacer nuestro ayuno. No porque nuestro Dios, el Padre de nuestro hermano mayor Jesús, necesite de nuestro sacrificio y privaciones. Podemos ayunar, ofreciendo nuestro ayuno por la gente hambrienta a lo largo de todo el mundo, que no puede ayunar. Este es el primer paso, El segundo podría ser invitarlos a nuestra mesa. Dice Dios por el profeta: “el ayuno que yo quiero es compartir el pan con el hambriento” (Is. 58, 7). (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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Thursday, March 10, 2011

¡Nueva propuesta!

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Wednesday, March 09, 2011

Seguir pensando...

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Míercoles de Ceniza,
cargado de Esperanza...
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Wednesday, March 02, 2011

¡Se viene, se viene!

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Tuesday, March 01, 2011

Ser débil, ser providente...

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Por añadidura, Mt 6, 24-34
PATRICIA PAZ, ppaz1954@gmail.com
BUENOS AIRES (ARGENTINA).

ECLESALIA, 01/03/11.- Me costó comprender éste Evangelio. Mi sentido común propio de la época en la que me toca vivir me decía que lo lógico es producir y acumular. El futuro depende de lo que pueda almacenar, de los reaseguros que me provea en forma de jubilación, medicina prepaga, cuenta bancaria, inversiones, etc. Dios parece no ocuparse de nuestra economía a pesar de lo que dice el Evangelio acerca de los “lirios del campo y los pájaros del cielo.” Ni lirios ni pájaros, volvamos a la realidad, eso está muy bien como cuentito, pero la vida es otra cosa. O proveés para vos y tu familia o te quedás en la calle, no hay más que mirar los diarios.

Hasta que desperté a lo que el Evangelio me quiere enseñar. No es pensar en un Dios que está afuera de la historia y desde allí es providente sino descubrir que la Divina Providencia, ¡soy yo! eres tú, somos todos. Despertar a la realidad de que el Dios que nos inhabita es quien nos habilita para ser providentes si lo dejamos actuar. Liberar nuestra capacidad de compartir lo producido es, me parece, el gran desafío al que nos invita Jesús.

Servir a Dios y buscar el Reino implica que en mi propia vida yo asuma la responsabilidad que me toca. No es un inmovilismo irresponsable de esperar que las cosas vengan de arriba. Es trabajar duro de acuerdo a mis posibilidades para producir las riquezas que mis talentos puedan aportar y luego compartirlas con mis hermanos en la confianza de que si nos animamos a vivir así, los bienes alcanzan para todos.

Si dejamos de pensar en un “dios mago” que digita las cosas e interviene a su antojo, o al que podemos torcer la voluntad a fuerza de oraciones para que intervenga según el nuestro, nos tomaremos en serio nuestra capacidad co-creadora. Estaremos entonces capacitados para construir un orden nuevo regido por los valores del Reino y su justicia, y el resto se nos dará por añadidura.

Que las oraciones sirvan para cambiarnos el corazón, para hacer espacio a la acción del Espíritu que nos invita a ser justos y generosos. Allí descubriremos la verdadera Providencia, la que Dios pone en nuestras manos.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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