Friday, June 25, 2010

"El paco llega a la villa antes que la escuela y el trabajo"



"El paco llega a la villa antes que la escuela y el trabajo"

25/06/10

Los curas villeros aseguraron ayer que lo que se hace para combatirlo es “insignificante”. Hace más de un año habían alertado que el paco estaba “despenalizado” en las villas. El flagelo crece y apuntan al Estado.

PorFERNANDO SORIANO


Los curas villeros son la voz de los marginados, el grito abierto de ayuda que usualmente no se escucha (porque viene de un lugar que casi nadie quiere ver). Como hace poco más de un año, el Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia presentó ayer otro documento, titulado “El desafío del paco”, que hace foco en la destrucción masiva que provoca el paco en los barrios de extrema pobreza, en la casi nula atención del Estado y también del resto de la sociedad.

En un encuentro realizado en el colegio Pío IX, de Almagro, con el fin de hacer una “reflexión sobre el paco”, los curas villeros remarcaron que esta droga está enquistada de tal modo que llega a los chicos y chicas “antes que un ambiente dichoso y sano para jugar, llega antes que la escuela o llega antes que un lugar para aprender un oficio y poder tener un trabajo digno”.

En ese plano, para los curas villeros, cuya voz fue ayer el padre Pepe Di Paola, que hace un enorme trabajo social en las villas 21, 24 y Zabaleta, falta presencia del Estado . “Como organismo está ausente en el tema. Esto no quiere decir que no se haga nada en materia de prevención y asistencia, sino que, lo que se hace en cuanto al ‘desafío del paco’ es tan desarticulado e insignificante como enfrentar a un elefante enfurecido con una gomera”. Por eso considera necesario “obligar al Estado a hacerse cargo”. De alguna manera los curas piden que copien su modelo: “Debería haber más centros como el Hogar de Cristo (el de los sacerdotes en la villa 21) en todos los barrios [...] que le den unidad a la lucha”.

Pero no sólo contra el Estado cargó el equipo de sacerdotes. Apuntó a la sociedad entera. “La exclusión se enfrenta haciendo un lugar en la sociedad. Sin lugar en el mundo no hay recuperación posible”, reza el documento. Por eso, dice el texto, “estamos convencidos de que es necesario un exhaustivo examen de conciencia en todos los niveles”.

En la lectura del documento, Di Paola remarcó que el paco es diferente en la villa que en la clase media, a donde “no es tan así” que llegó. “En nuestros barrios es mucho más [...], lo más terrible es que hace explotar la marginalidad. El paco es el nuevo rostro de la exclusión, el más sangriento”.

Durante el encuentro de ayer se proyectó un video documental de 14 minutos, producido por los propios curas, en el que las víctimas del paco (adictos y familiares) narran la devastación que provoca esta droga: desde el recurso casi inevitable de salir a robar hasta la situación de calle, madres que venden a sus hijos para comprar más paco y también las enfermedades que sufren los adictos, entre las que sobresale y crece la tuberculosis . En el documento se expresa crudamente: “En los volquetes de la villa, entre la basura, hay chiquitos de diez, o tal vez menos años, consumiendo paco. Hay nenas de catorce años prostituyéndose por la misma causa”.

Al final de la jornada, entre abrazos y saludos que lo ponen en el lugar del héroe, Di Paola le comentó a Clarín : “El tema del paco es un desafío para este Bicentenario, lo que hay no alcanza para resolverlo y tenemos que intentar que no quede como un tema más. Es necesario reconocer que no hay medios para luchar y diseñar un nuevo camino de prevención y recuperación”. Y consideró fundamental para todo esto “escuchar a los pobres”.

A propósito, el documento hace hincapié en este punto. “La escucha es apertura”, resalta. También aclara que ningún tratamiento de recuperación puede solucionar el problema y avisa: “Para que se recuperen estos chicos hay que cambiar también el mundo a su alrededor. Reconocer el fracaso es la puerta de la salvación”.


Texto completo leído por el P. Pepe: (fuente: www.sinpaco.org)


Conmemoración del Día Internacional de lucha contra la droga…

“EL DESAFÍO DEL PACO”


Buenos Aires, 24 de junio de 2010

“En nuestras obras, nuestro pueblo sabe que comprendemos su dolor.” San Alberto Hurtado.

En primer lugar quiero, en nombre del Equipo de Sacerdotes para las Villas de

emergencia, agradecerles su participación. Esta conmemoración ha reunido a personas

de distintas procedencias, partidos políticos, y posición respecto al tema que nos

convoca. Han venido personas que trabajan en los tres poderes del Estado, ya sea a nivel

nacional como local, representantes de Organizaciones de la Sociedad Civil, de los

Organismos del Estado que abordan las políticas de Drogas y Trabajadores de los

medios de comunicación social. También participan Voluntarios, Familiares, Chicos y

Chicas en tratamiento en el “Hogar de Cristo”, nuestro centro de recuperación.1

Nos hemos reunido en este colegio de Don Bosco, para pedirle a este gran santo

que nos contagie su mística de cuidado de los niños y jóvenes más pobres y vulnerables.

La verdad es que tenemos que reconocer con humildad y dolor que el mundo de los

adultos abandonó a los chicos en situación de pobreza y los dejó en manos de “aquellos

que no les importa nada de sus vidas y les ponen veneno en sus manos.”

Vivir nuestra misión en las Villas y la experiencia que nos ha dado el “Hogar de

Cristo” nos animan a transmitirles algunas convicciones que consideramos pueden ser

útiles para enfrentar el desafío que el Paco presenta a nuestra Sociedad. Es importante

que quede claro, no estamos hablando de las drogas en general, sino del paco en

nuestras Villas.

Hace pocos días, con el equipo de curas de las villas estábamos comentando la

película “Casas de Fuego” de Juan Bautista Stagnaro, que narra la epopeya del Dr.

Salvador Mazza en su lucha contra el mal de Chagas. En ella aparece una carta que el

Dr. Carlos Chagas envió al mismo Dr. Mazza en 1928. Agobiado por el peso del mal, le

decía:

"Si desea investigar esta enfermedad, tendrá todos los gobiernos en contra. A

veces pienso que más vale ocuparse de crustáceos y batracios que no despiertan la

alarma de nadie"

Nos dio que hablar. El Dr. Chagas veía lo difícil que sería encontrar la salida del

Mal. Todas las medidas sanitarias resultaban insuficientes frente a las dimensiones del

problema. Esa enfermedad no se solucionaba simplemente con una vacuna, o un

medicamento. Por cada enfermo del Mal que aparecía, detrás había una familia viviendo

por debajo de la línea de pobreza, en ranchos precarios de barro y de paja. Toda la

política social del país y las provincias debían acompañar a la política sanitaria. De lo

contrario no habría solución. El Mal de Chagas, no era más que el doloroso síntoma de

una enfermedad más profunda.

Estamos convencidos que cuando hablamos del Paco estamos hablando de un

fenómeno de naturaleza similar. Si el Mal de Chagas es una ventana que exhibe la

pobreza del interior de nuestro país, entonces el Paco denuncia la miseria de las grandes

periferias urbanas. Hoy se escucha que el Paco llegó a la clase media y alta pero sin

embargo no es tan así. Otras clases podrán consumir paco, podrán venir a la villa para

hacerlo, podrá tratarse de la misma sustancia comprada en el mismo lugar. Pero el paco

será entonces simplemente una droga. En nuestros barrios es mucho más… Cuando el

hospital no está preparado para recibir a los chicos, cuando las posibilidades de

internación están todas demasiado lejos, cuando no se tienen los documentos y no se

puede hacer casi ningún trámite, cuando en la escuela ya no hay lugar para ellos, cuando

el mundo de trabajo les resulta esquivo, cuando la justicia es solo el organismo que los

inculpa por las consecuencias del consumo, cuando el único sitio que los recibe es la

calle, cuando no hay esperanzas, entonces estamos frente al paco más terrible. No

importa tanto si el paco es lo que queda de la cocaína o si no se sabe bien que es, lo más

terrible es que hace explotar la marginalidad.

El paco es un rostro nuevo de la exclusión, más sangriento. Entender esto es el

principio de la solución. Porque si no lo captamos seguiremos pensando que con las

respuestas que tenemos alcanza. No basta con los dispositivos existentes. Nadie que

entienda el problema del paco en estos barrios podrá pensar que un tratamiento de

recuperación puede solucionar el problema. Cuando los chicos y chicas de nuestros

barrios regresan de un tratamiento se vuelven a encontrar inmersos en un mundo donde

se puede consumir de día y de noche, no encuentran lugar donde no se huela o no se

sienta la droga, los amigos de toda la vida siguen viviendo al lado, siguen parando en el

mismo pasillo y viviendo del mismo modo, no encuentran trabajo, se encierran o

deambulan, y el final va apareciendo con la fuerza de una fatalidad, sin una propuesta

de vida la muerte aparece como ineludible… Para que se recuperen estos chicos hay que

cambiar también el mundo a su alrededor.

Hablamos del paco y centramos nuestra atención en los Organismos que se

ocupan de la drogodependencia. Pensamos en la Sedronar, en la Coordinación de

adicciones del Gobierno de la Ciudad, en las decenas de Comunidades Terapéuticas

conveniadas, en el Cenareso y en el Payda4… Evidentemente, son los primeros que

deben entender que estamos frente algo nuevo y que es necesario adaptarse; pero nadie

con experiencia puede pensar que allí podrá encontrarse la respuesta. La exclusión se

enfrenta haciendo lugar en la sociedad. Sin lugar en el mundo no hay recuperación

posible.

En el “Hogar de Cristo”, nuestro modesto centro de recuperación barrial, nos

encontramos a diario con esta realidad. Cuando caminamos por la villa, o vamos a

buscar a los chicos y chicas en situación de consumo, vemos que lo más común es que

piensen que ya no pueden cambiar. Sienten que todas las puertas están demasiado lejos.

Que si tienen suerte y pueden empezar un tratamiento, difícilmente lo puedan terminar,

y que si lo hacen es casi imposible que puedan mantenerse limpios cuando al ser dados

de alta vuelven a la villa. Como no consiguen trabajo, debemos inventarlo; hacer cosas

que deberían poder hacer por si mismos, abrir las puertas que la sociedad fue cerrando.

Creemos que debería haber más centros así, como el Hogar de Cristo en todos

los barrios. Pistas de aterrizaje desde donde los adictos puedan entusiasmarse con la

recuperación y ver que es posible, puedan prepararse para un tratamiento y llegar de

vuelta cuando lo terminan para organizar la vida. Centros que vayan a buscar a los pibes

y no esperar a que aparezcan, porque es muchas veces nuestra ineficacia o lentitud lo

que hace que descrean de las respuestas que podemos darles. Centros que reconstruyan

la historia de los pibes, despedazada, hecha trizas, fragmentos de intentos, tratamientos

e internaciones. Centros que le den unidad a la lucha, que hagan sentir que la misma

vida es la recuperación, y que tiene sentido pelearla.

El camino de la inserción para cualquier persona pobre de nuestros barrios, es

largo y trabajoso, y con sendas que se pierden en el laberinto de la burocracia. Si es así

para cualquiera, cuanto más difícil para este grupo marginal que presenta un alto

hándicap debido a las consecuencias del consumo de sustancias, y a la larga cadena de

ausencias: alimentación, salud, vivienda, trabajo, paz, integración.

Reconocer el fracaso es la puerta de la salvación. Sin tomar conciencia del lugar

exacto donde estamos parados con respecto al problema es imposible trazar caminos

verdaderos. Por eso estamos convencidos que es necesario un exhaustivo examen de

conciencia en todos los niveles. Los medios de comunicación, el empresariado, los

organismos de gobierno, el poder judicial, las Organizaciones de la sociedad civil, los

hospitales, la iglesia… nadie puede pensar “a mi no me toca” porque hacer lugar es

responsabilidad de todos.

Nuestra misión se desarrolla en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires, pero podríamos incluir a los

Organismos que en cada Provincia se encargan de la drogodependencia.

Como indicábamos en nuestro documento “La droga en la villas despenalizada

de hecho”, en la villa los chicos se drogan en cualquier lado, en cualquier momento.

Familias enteras se destruyen por esta causa, la muerte violenta es moneda corriente,

cosa de todos los días. Madres desesperadas que ven que sus hijos se van muriendo de a

poco. Que recorren defensorías, asesorías, organismos de gobierno, tratando de

mantener encendida la esperanza, imaginando que un día serán escuchadas, y recibiendo

en cambio la sordera de un Estado ausente, que los abandonó a su suerte. Siguen

esperando ser escuchadas…

Cuando decimos “Estado ausente” queremos que se entienda bien. Hay muchos

Médicos, Abogados, Trabajadores Sociales, Psicólogos, etc. que trabajan en el Estado y

lo hacen de manera excelente, mucho más allá de su deber y es justo reconocer su labor.

Pero al mismo tiempo, el Estado como Organismo esta ausente en el tema que hoy nos

convoca. Esto no quiere decir que no se haga nada en materia de prevención y asistencia

de la drogodependencia en general, sino que, lo que se hace en cuando al “desafío del

paco” es tan desarticulado e insignificante como enfrentar a un elefante enfurecido con

una gomera. Reconocer esto es el principio de la solución, que nadie se enoje.

Mientras tanto se discute la despenalización, que dejaría de lado la única

herramienta actual que obliga al Estado a intervenir frente a tamaña inacción. Esta

discusión para nosotros pertenece a las últimas páginas de un libro. Todavía en nuestros

barrios no se han escrito las primeras; ya que muchos de los niños, adolescentes y

jóvenes de nuestras villas no viven sino que sobreviven y muchas veces la oferta de la

droga les llega antes que un ambiente dichoso y sano para jugar, llega antes que la

escuela, o llega antes que un lugar para aprender un oficio y poder tener un trabajo

digno. Se acortan así las posibilidades de darle un sentido positivo a la vida.

Por consiguiente más necesario que obligar al adicto a hacer tratamiento es

obligar al Estado a hacerse cargo. La despenalización, las leyes, los fallos, los

programas de educación y prevención, todo parece construido desde la clase

acomodada. Pero para legislar, juzgar y obrar desde los pobres es necesario escucharlos,

ya que desde su experiencia de la vida, que no es la que nosotros tenemos, perciben

cosas que nosotros no percibimos.

Hace poco nos tocó en el Hogar de Cristo, acompañar a una mamá muy joven

que no podía con su hijo, un adicto al paco que delinquía para consumir. Cuando la

señora vio que el pibe hacía cosas malas, que duraría poco, que se estaba hundiendo su

familia, y que sus otros hijos empezaban a imitarlo, comenzó un largo camino. Visitó

defensorías, asesorías y organismos judiciales. Durante dos años trató que alguien

escuchara su voz. El pibe no quería cambiar, pero en su adicción estaba arrastrando a

toda la familia a la ruina. Se llevó la puerta de su casa, las ventanas, electrodomésticos,

la ropa de todos. Lastimó a sus hermanos y a sus vecinos. Dos años de tragedia

recorriendo lugares con la única esperanza de ser escuchada, que un juez dispusiera la

internación de su hijo, aunque él no quisiera, porque ella prefería verlo internado a verlo

en un cajón. Y ocurrió lo peor, al pibe lo mataron. Cuando hacíamos la misa de

difuntos, ella entre lágrimas reconocía: Si me hubieran escuchado, no lo se, pero tal vez

hoy no estaría muerto. Las paradojas del destino, tuvo que llevar el certificado de

defunción al mismo juez que durante dos años no le prestó atención a su reclamo. Sólo

Dios sabe cuantos casos así hay en nuestros barrios, nosotros damos testimonio de que

son muchos. Por eso, vemos que para que nuestra legislación tenga en cuenta a los

pobres, incluso para juzgar o para armar las instituciones, el primer paso indispensable

es la escucha.

La escucha es apertura, lo contrario a las cerrazones dogmáticas de la ideología.

Urge ponerla en práctica en este campo en que los extremos ideológicos coinciden en

una falsa concepción de la libertad. Parece un sarcasmo, en los volquetes de la villa,

entre la basura, hay chiquitos de diez, o tal vez menos años consumiendo paco. Hay

nenas de catorce prostituyéndose, por la misma causa. Les preguntan si se quieren

recuperar, los mismos que obligan a sus hijos que tienen la misma edad a ir a la escuela,

al médico o al dentista. A ellos les preguntan. En nombre de la libertad, piensan que

llevarlos a un hogar contra su voluntad es represión, y no entienden que la droga los

hiere justamente en la libertad. Hay que vivir en la villa para escuchar su llanto, suele

ser de noche, cuando llueve, cuando hace frío, cuando tienen hambre, cuando todas las

dependencias del estado están cerradas. Ahí piden que se los ayude, que necesitan un

hogar, recuperarse.

Hace pocos días, un pibe de nuestro Hogar de Cristo que ya intentó un montón

de internaciones sin poder aguantar tres días en ninguna, estaba pensando en suicidarse.

“Ya lo probé todo, y no puedo aguantar ni un poquito – decía – no me da el cuero para

cambiar, lo mejor es que me vaya”. Pero se iluminó, se le ocurrió escribir una carta al

juez para que por favor lo internaran en un lugar cerrado, del que no se pudiera ir. Pedía

que lo medicaran si se ponía muy loco por la abstinencia. Narraba con claridad su

experiencia, y entendía que necesitaba poner entre paréntesis su voluntad por un tiempo.

El que interna por internar, para sacar del medio, para que el pibe no moleste; y

el que no interna cuando hace falta, ambos están lejos de entender a los pibes del paco.

Sólo escuchando podremos superar las antinomias ideológicas. En esta materia están de

sobra. La escucha es apertura que vence a la cerrazón. Los errores de la cerrazón se

pagan demasiado caros.

Nos detenemos a pensar lo que se pierde si no vemos el problema y tomamos el

toro por las astas. Pierden los adictos que terminan arrastrando una vida hecha girones

que habitualmente termina antes de tiempo y de modo violento; pierden sus familias,

sus padres que hasta llegan a abandonar el trabajo para cuidar la casa y lo poco que

tienen para protegerlo de su adicto, los hermanitos que abandonan la escuela cuando el

adicto les vendió los libros, delantal y zapatillas. Alcanza mirar el Calvario que viven a

diario las Madres del Paco, y todas las madres y padres, que aunque no estén

organizados, recorren a diario el vía crucis de la adicción. Pierden también los hijos de

los adictos – casi todos tienen hijos – que quedan expuestos a la intemperie, que muchas

veces son vendidos, olvidados, abandonados en noches de gira; pierde el barrio, víctima

de violencias demenciales, de robos reiterados, de muertes. Cada tanto, pierde también

el resto de la sociedad, cuando – cada vez más – lo peor de este mundo perverso sale del

su encierro y toca a alguien de afuera, entonces la sangre tiñe las rotativas de los diarios

y el tema ocupa primeras planas. Pierde el que vende, que termina enganchado, o sus

hijos. Pierde el que compra, la vida. Pierde el que trabaja, el que no tiene nada que ver

en el asunto, pierde el que está sano. Pierde el Estado que gasta los dineros públicos,

debe hacerlo, pero no le encuentra la vuelta. Pierde la Patria, pierde a sus hijos, se está

desangrando.

Con el paco perdemos todos, es mejor que nos ocupemos. Si la comunidad

entera no asume su responsabilidad, esto va a resultar demasiado caro. Cuando decimos

“comunidad entera” estamos incluyendo a los chicos y chicas en recuperación… ellos y

ellas son los jugadores esenciales en este difícil partido.

Pensábamos en un paradigma, el de la lucha contra la discriminación de

personas con capacidades diferentes. Aun cuando falta mucho, la sociedad avanzó

bastante en la conciencia del problema, y en muchas esquinas de nuestra ciudad hay

rampas para las sillas de ruedas, en los colectivos asientos, en las oficinas y

dependencias baños. La comunidad indica de este modo que se adapta para hacer lugar

a personas con capacidades diferentes. Cambiar para hacer lugar, es posible porque

reconocemos el problema.

La lucha contra el paco debe ser causa nacional porque es la lucha contra la

exclusión. Vemos que es el mejor modo de celebrar el Bicentenario.

Por último ponemos bajo la protección y el cuidado de la Virgen de Luján,

Madre de nuestro Pueblo, a las familias que en nuestros barrios sufren el flagelo de la

droga.

Equipo de Sacerdotes

para las Villas de emergencia

(Arzobispado de Buenos Aires)



INVITACIÓN:

Los convocamos a participar de una Jornada de Trabajo para darle

continuidad al encuentro de hoy… será el próximo 18 de agosto desde las 14 hs. en

Monteagudo 862 (Centro San Alberto Hurtado del “Hogar de Cristo”). Durante la

misma presentaremos el mural del polideportivo donde los chicos del Hogar han

plasmado con imágenes fuertes y elocuentes “el camino de consumo y el camino de

recuperación”.

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